Como todo en toda red internet tiene sus hilos y sus agujeros en uno de los cuales nacen, crecen y se reproducen las redes sociales (quien sabe si algún día también morirán y desaparecerán dejando un hueco vacío...).
Las redes sociales, atestadas de perfiles de púberes y prepúberes, viven su particular adolescencia. Como en todo proceso evolutivo en el que se persigue cierta madurez, cada vez más cercana, los vacíos (en este caso legales) y la fragilidad de los cimientos hacen que las estructuras o al menos la forma de gestionarlas, sean todavía inestables. Como en el caso de Facebook, desde donde se han propuesto iniciativas como reservarse los derechos sobre los datos de los usuarios a perpetuidad, funciona la mecánica prueba error: propuesta, oleada de quejas, retroceso y vuelta al principio. Así los puntos de encuentro del siglo XXI se acercan más a la edad adulta.
La generación del Bollycao se ha echado a La Red y demuestra mediante su actividad en las redes sociales que la juventud es pasota sólo cuando algo no le interesa. A través del ordenador crean lazos de amistad o los estrechan, mantienen contacto con amigos y compañeros y cuelgan de un escaparate fotografías que, en algunos casos, son una radiografía perfecta de sus vidas.
Pero no sólo los jóvenes son parte de la comunidad. Alrededor de 200 millones de personas de otros tantos países del mundo se dan cita en el mismo lugar fomentando el intercambio de toda clase de materiales y, aunque lo que empieza a conquistar a los usuarios son las redes más locales (por aquello de que la cercanía y la cultura son dos de los principales puntos en común), los ciudadanos del mundo están cada día más cerca.
La edad del pavo evidencia la falta de desarrollo de algunos aspectos de la personalidad. La falta de regulación o los vacíos legales dentro de las redes sociales hacen de este negocio (sí, negocio) caldo de cultivo para los despropósitos.
Negocio, publicidad, juventud, datos personales y privacidad. Estos son los ingredientes de un cóctel que, bebido, puede provocar a toda esa gente que está detrás de un perfil la peor resaca de su vida, verdaderos dolores de cabeza... piña colada (en red). Para saber la intensidad de los efectos es necesario probar. Salud.
P.D. Pese a que en el imaginario colectivo las vedettes somos casi una pieza de museo (arqueológico) no nos quedamos atrás tecnológicamente… Si no fuese por los avances no existiría la lycra ¿ y entonces qué sería de nosotras?
martes, 24 de febrero de 2009
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